jueves, 2 de agosto de 2012

El pianista



Sentado en la banca de madera;
Enfrente, una hilera de perlas blancas y negras, a las órdenes del gran maestro para plasmar en ellas y ser participes del alma genio.

Notas surgen de las entrañas de aquella caja. Vidas efímeras que acallan en pocos segundos, viven desinteresadas con el motivo suficiente del éxtasis de ser parte de la composición de una vida.

Harmonías y melodías, ritmos y cromatismos empiezan a tomar forma. Pinceladas redondas en un mar de ideas, tonalidades aún ignotas, nuevas para los oídos inexpertos, que serán apreciadas en la muerte del compositor. ¡Óiganme Debussy, Scriabin!

Poco importa la apreciación inmediata de oídos imaginarios.
Los sentimientos son tan validos por ellos mismos que la aprobación mundana sobra, ¡Y cómo lo hace!

Desprende pedazos de alma con cada nota, más intima que cualquier relación humana, más intima que su relación con dios. Es él en su más pura esencia e indomable estado.

Poeta mudo que recita con los dedos palabras tan profundas que no pueden ser expresadas con algo tan corriente como lo es el lenguaje: simplón y limitado.

Tan radiante y tan muerto, no existe satisfacción mayor que decirle todo al mundo, reproches y lamentos, en función tan sublime, con la certeza de haberse perdido en el tiempo y en el espacio quizá ...