sábado, 29 de agosto de 2009

Lo fatal...

Rima XLI: Lo fatal
Por Rubén Darío
Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura, porque ésa ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.
Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror.
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por
lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber a dónde vamos,
ni de dónde venimos!


Este poema podría ser considerado la máxima de la poesía filosófica del siglo XX, ya que resume todo el existencialismo de la época en que vivió el autor en unos cuantos versos, con un genio inigualable.
Este poema nos habla de la angustia que sufre el ser humano por el simple hecho de estar vivo. El termino angustia fue acuñado por uno de los padres del existencialismo, Soren Kierkegaard; cuando, en su Concepto de la angustia (1894), nos la describe como desesperación sin motivo aparente, el estado anímico del hombre al intentarse ubicar ontológicamente en este inocuo mundo; la describe además, como un sentimiento esencial en el ser humano, quiero decir que es parte de él por el hecho de que es un sujeto cognoscente.
Los humanos han tendido a ser siempre guiados y a tener objetivos predeterminados, esto debe ser una herencia de nuestra ancestral patología animal; necesita a de algo para que moldee su “sin razón”. Por ejemplo, Albert Camus dijo: “La muerte es lo que da forma al orden del mundo”, de esa forma nosotros nos vemos obligados a actuar por la falta de tiempo en nuestra precaria existencia, el hecho de que nos impusieron una “fecha límite” es lo que nos motiva a hacer algo.
Del mismo modo, nos vemos desmotivados al alcanzar cierto grado de conciencia ontológica, digo cierto porque si estuviésemos plenamente conscientes no caeríamos en este dilema, donde la falta de razón de ser, objetivo, o como cada quien lo denomine, nos deja un sabor nihilista, un sabor de nada.
Esto no es nada nuevo, desde prehistóricos grupos humanos se ha tenido más de alguna deidad, los truenos por ejemplo; demostrando así la necesidad que ha tenido el hombre, desde que empezó gradualmente a ganar consciencia, de huir de este desagradable insipidez.
Entonces, ¿por qué tuvieron tanta aceptación las corrientes existencialistas del siglo XVIII y XIX si eran depresivas e inhumanas?
Simplemente por ser novedosas. Novedosas en el sentido de que era la primera vez que eran expuestas de una forma concreta. Además era y sigue siendo la excusa perfecta para escapar de la responsabilidad divina que reposa en nuestros hombros, una gran cruz que nos tormenta a lo largo de las tortuosas curvas de la vida. Debido a este desconcierto que el vivir causa, se empezó a cuestionar más seriamente la posibilidad de que Dios, simplemente, fuese una ilusión. Surgen, por ejemplo, los súper hombres, los temerosos y temblorosos, los noluntistas. Formas revolucionarias de pensamiento que impactaron en el momento. Se encontraron saliendo de la caverna de Platón, y aun cegados por su descubrimiento no lograron entrever mejor en donde se encontraban. 
Claro está, las temas por ellos planteados tiene gran trascendencia, ¿en verdad, que sentido tenemos?, ni Dios sabe hacia dónde va ni su sentido. Esta falta de objetivo en el todo, es lo que Rubén Darío desea plasmar en su rima.
Pero, ¿No será que esta sin razón sea es parte de la libertad dada por Dios, parte necesaria en su creación para podernos otorgar este sublime regalo?
Aun no estamos acostumbrados a ser autosuficientes, y mucho menos responsables con nosotros mismos. El animal es esclavo a sus instintos, pero siempre seguro de sus propios actos ya que va acorde a su naturaleza; pero nosotros tenemos la ventaja de que la naturaleza que nos fue impuesta sea tan holgada y tan libre, pero aun así, con la terquedad característica de nuestra raza, todavía exigimos que nos conviertan en esclavos, para evitarnos la molestia de pensar y decidir. Empero, Seguimos huyendo a la pequeña responsabilidad que Él nos ha dado a cambio esta libertad. Según Kierkegaard es este miedo a no poder retribuir la responsabilidad hacia Dios lo que en verdad angustia.
Pero, ¿acaso esta esclavitud no aliviana el dolor, el dolor de ser vivo?
Esta protección que nos ofrece nuestro “amo”, nos quita todas estas preocupaciones ya que le cerramos nuestra mente a todo aquello que vaya en contra de nuestro dueño. Empero, Como humanos, tendemos a buscar, lo inmediato, lo fenomenológico. No queremos creer en “fantasmas”. En este ámbito no hay nada más importante para el hombre que la voluntad de vivir. Esto implica vivir plenamente.
Pero, siempre morimos al final, somos “un ser para la muerte” . ¿Qué caso tiene existir si es totalmente ilógico, irrazonable? Somos los únicos que vivimos con plena conciencia de esta inmutable condena. Entonces, me pregunto: ¿no es, verdaderamente, más dichoso ese árbol o esa piedra?
Esta es la angustia que impregna al ser, mediocremente ubicado. Si ya sabemos que, epistológicamente, somos incapaces, como seres minúsculos y finitos, de conocer la verdad, ¿Por qué nos esmeramos tanto en adquirir algo imposible? Puede que esta sea una actitud no filosófica, pero no pueden negar la veracidad de las limitantes humanas.
¿Quién puede entendernos? No queriendo aceptar la responsabilidad de nuestros actos, nos escondemos bajo la manta de la predestinación, y no queriendo aceptar la responsabilidad que implica estar bajo este manto, decidimos deshacernos de ella a conveniencia.
Es precisamente en este limbo, en este abismo de la falta de decisión, donde se encuentra el escritor del poema y demás personajes celebres de la época.
Si nos encontramos conscientemente en él, no nos queda más que optar por dos caminos:
O bien hacernos responsables, ya sea que optemos por la protección de la manta divina o la vía del “cazador de fantasmas”, pero no estar divagando entre ambas; caeríamos en el mismo ciclo vicioso en el que hemos estado atrapados desde el inicio.
Si este existencialismo es causa de dolor, del cual no existe igual, ¿deberíamos entonces dejar de pensar en ello?, la razón sería un arma masoquista e inhumana. ¿No nos apartaríamos de semejante objeto? Si esto implica perder nuestra privilegiada posición de ser humano, ¿no desearíamos ser animales? olvidémonos de toda reflexión, olvidémonos de existir.

3 comentarios:

  1. Enhorabuena por su ensayo. Tiene madera de ensayista, usted es ya alguien prometedor.
    Mis respetos y un saludo amigo.

    ResponderEliminar
  2. Interesante ensayo. Ciertamente son preguntas y respuestas que permanecen a la par nuestra, hasta que realmente tomamos una decisión como tu dices.

    O quedamos libres o seguimos de esclavos. Mentes que pueden aceptar aquella libertad y mentes pusilánimes que continúan atados.
    Al final la decisión es personal.

    Felicitaciones Carlos Ernesto.

    ResponderEliminar
  3. Como se relaciona este poema con la filosofia?

    ResponderEliminar

Deja tu nombre si no tienes cuenta!